29 de diciembre de 2011

No hubo nada más. Silencio.. Un silencio que duró horas, días, meses, años. Y no hubo nadie más que me hiciera sentir lo mismo que él. No, nunca lo hubo. En el instante en el que todo pasó, un frío recorrió todo mi cuerpo, solo había silencio y dolor. Mucho dolor. Sufrimiento. Puñaladas y las últimas palabras que pronunció. Recuerdo las lágrimas en mis ojos, la necesidad de llorar y gritar a la vez. Sus ojos mirándome de una manera distinta, diferente. Nada más importaba en ese instante. En el instante donde todo se venía abajo, donde cada palabra salía como puñaladas hacia mí de su boca. Y no hubo nadie más que me hiciera sentir así. Protegida, querida, especial y sobretodo suya. A pesar de todo el dolor, de todo el sufrimiento recuerdo sus ojos, su voz, sus caricias y su sonrisa. Noches en las que mi abrigo era su calor, días en los que su sonrisa era mi única alegría y que sus palabras eran mi fortaleza. Recuerdo luefo el frío, el mal estar, el sufrimiento y el llanto. Las lágrimas que estuvieron saliendo cada noche durante meses.. Quizás significó tanto para mí que por eso nunca pude sacarle de mi mente, de mi cabeza, de mi corazón. Todavia echo de menos el sentirme protegida entre sus brazos, aquellas tardes donde lo único que hacíamos era estar juntos y el tiempo pasaba a nuestro alrededor. Desde aquella despedida, desde su último adiós el reloj de mi habitación sigue marcando la misma hora, los mismos minutos y los mismos segundos exactos. Desde entonces no pude olvidarle y tampoco quise. Recuerdo mis lágrimas por todo mi rostro y el tacto de sus labios en mi mejilla, el contacto de su piel junto a la mía. Recuerdo el dolor en mi corazón, el maldito sufrimiento y la soledad. Y recuerdo perfectamente todas aquellas veces en las que me dijo tantos "te quiero" que al final resultaron ser falsos. Como todo. Es difícil olvidarle. Incluso es mucho más difícil después de haber vivido tantas cosas a su lado, tantos momentos, tantas caídas, tantos problemas. Después de haber pasado tantas noches en sus brazos, de haber probado tantas veces sus labios. Al fin y al cabo lo único que me queda de él son recuerdos y promesas rotas.. Pero seguiré sufriendo, seguiré llorando, seguiré recordando y haciéndome daño a mí misma cada día hasta volver a verle. Y si por desgracia no es así, hasta el resto de mis días.